Todo comenzó con la imagen de nubes desde la ventana de un avión, las mismas nubes que probablemente alguien más estaba mirando desde algún lugar del cielo. Nubes que viajan a distintos destinos, cambiando de forma, pero sin perder su esencia. Nubes que nos acompañan en los diferentes lugares que hemos recorrido: las que acompañan a Ávila en Caracas, los veranos en Miami, o el atardecer infinito en Madrid. Entre ellos, hay un vínculo que nos une: la capacidad de adaptación y la autenticidad que los hace únicos y que no importa de qué parte del mundo seas, siempre nos mantienen conectados.